Dos jóvenes, un suicidio... A veces la leyenda que da nombre a este enclave de Antequera no está del todo claro.
Una peña que enamoró en el pasado, que lo hace en el presente y que lo seguirá haciendo en el futuro. La 'Peña de los Enamorados' de Antequera es uno de los referentes del patrimonio natural de Andalucía, enclave para amantes de la naturaleza que se sitúa a 878 metros de altitud sobre el nivel del mar y que está indisolublemente ligado al perfil de la ciudad del Torcal. Irradia magia, como una especie de embrujo que atrae, y guarda historia, pero ¿cuál?.La peña da honor a su nombre con una leyenda sobre dos enamorados. La más conocida, la de los jóvenes Tello y Tagzona, una especie de Romeo y Julieta, que decidieron poner fin a su amor al despeñarse por esta montaña. Se trata de uno de los relatos más arraigados en el acervo andaluz, que solo los que lo vivieron saben si fue verdad, pero que sigue así:
Él era cristiano y ella musulmana. Tello cayó prisionero en Archidona, por aquel entonces bajo el poder musulmán. La hija del mandatario moro, Tagzona, por curiosidad, visitó los calabozos en los que se encuentra con el apuesto guerrero, enamorándose de él al verlo. Un flechazo a primera vista. Sus religiones les impedían casarse. Es por lo que ambos decidieron fugarse. Pero fueron descubiertos por los guardias que, con el padre de Tagzona al frente, salieron a su captura.
Llegaron a un peñón en las cercanías de Antequera, decidiendo subir a él ya que no podían guardar las distancias con los perseguidores. En la cima, los arqueros del padre musulmán apuntaron a los jóvenes. Ambos se miraron, se cogieron de la mano y se colocaron al filo. No tenían escapatoria. Su destino pasaba por rendirse, ser capturados y separados, pero Tello y Tagzona, unidos por sus manos, se miraron fijamente y se despeñaron, saltando al vacío, prefiriendo morir a ser separados, una historia de amor que recuerda a la de Romeo y Julieta de William Shakespeare y que ha encontrado similitudes con otros relatos de otros autores a lo largo de los años.
Cuentan que tales hechos se remontan al siglo XV cuando Antequera era frontera era la zona musulmana y cristina durante la Reconquista. Pero antes, también la Peña conquistó a los pobladores prehistóricos ya que éstos decidieron alzar el templo megalítico de Menga alineando su eje con la Peña, buscando que el primer rayo del verano, el solsticio, entrara en la cámara sepulcral.
Cristóbal Colón también reparó en el Peñón de los Enamorados, con forma de mujer tendida, yacente, mirando al cielo. Y es que recogió en su diario de a bordo en su viaje a América que encontró un peñón "similar al de los Enamorados de Antequera".
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